martes, 6 de diciembre de 2011

El badulake

Hablemos de libertad horaria. 
No es una sorpresa: en España existe una regulación en tanto a horarios comerciales. Una legislación pensada para proteger al pequeño comerciante quien, con recursos más limitados, no podría hacer frente a la competencia a todas horas de las grandes superficies y se vería empujado a cerrar. Digamos que éste es el axioma base. 

De hecho, al proteger los horarios, estamos permitiendo que el tendero pueda descansar los domingos sin pensar que "está perdiendo negocio", puede salir de trabajar como todos nosotros a una decente de la tarde para ver a sus hijos, disfrutar de su hogar y vivir. Con esta consideración, permitimos que el comerciante no sea esclavo de su tienda y de una demanda variable o caprichosa. 

Por otro lado tenemos la demanda: 
Un comercio, como cualquier empresa, busca satisfacer la demanda de unos clientes. Los horarios como los entendemos a día de hoy, se forjaron en la época de nuestros bisabuelos (recordemos que el horario laboral de ocho horas por ejemplo es algo de 1886), lo que nos sitúa en un entorno algo distinto al actual. De este modo, entendemos que el consumidor de hace unos años ya no existe, la mayoría de nosotros trabajamos hasta tarde y no podemos realizar la compra dentro del horario comercial: esto ha dado pié a infinidad de soluciones como las tiendas de conveniencia (lo que sería un 7 eleven o un Opencor) y los consagrados badulakes (en honor a Apú de los Simpson es como muchos llamamos a las tiendas regentadas por pakistaníes en el centro de Barcelona que en Madrid se conocen como los chinos), así como los horarios comerciales extendidos de algunas grandes superficies. 

Ahora contamos con un equilibrio inestable:
La situación es claramente temporal: mientras las tiendas convencionales ven sus ventas por hora claramente disminuidas durante la jornada laboral, se concentra en pocas horas un alto flujo de visitantes y facturación; lo que hace mucho más rentable a cualquier comercio trabajar durante las primeras y últimas horas del día que no perpetuar su horario actual. 

Aquí nos encontramos con el dilema:
Debemos dar prioridad al cliente, liberalizar los horarios y empujar al tendero a abrir las horas que los clientes de hoy requiere. Con ello estaremos condenando al comerciante a una vida distinta, forzado a salir tarde complicando más la conciliación laboral que todos buscamos para no desaparecer frente a la competencia de las grandes empresas que se pueden permitir la rotación de turnos. O podemos trabajar para lograr un horario lógico para todos, poniéndonos en la misma linea que nuestros compañeros europeos dejando las oficinas antes de las 17.00 cada día con lo que podemos conciliar mejor nuestra vida y permitir un horario comercial como el actual para satisfacer a la demanda. 

Cuando nos planteamos la situación desde nuestro punto de vista (consumidor) es común ver el beneficio de la libertad horaria, en este concepto de "que se adapte el comerciante a nuestra nueva forma de vida". Seguramente los pequeños comercios deban adaptar mucho a los nuevos tiempos para sobrevivir, el horario puede ser uno de estos aspectos a mejorar. Pero, ¿estamos seguros que queremos cambiarlo?
Yo por ahora, sigo votando por un horario más racional (aunque me encantaría poder ir de compras los domingos), y si salgo tarde, seguiré dando negocio a mi amigo (que se solidariza conmigo o se adapta a mi situación), el del badulake.