lunes, 21 de mayo de 2012

Los dummies también pueden innovar


El mundo empresarial no está exento de modas: tendencias que se contagian desde las escuelas de negocios y los especialistas hasta las memorias y los planes estratégicos de todas las compañías. Y ahora, como todos sabemos, la palabra de moda es "innovación".

Innovar no es sólo crear productos rompedores y tecnológicos exclusivos de Google o Apple. De hecho incluso el crimen organizado innova (como bien indicaba días atrás un mordaz artículo de www.misfiteconomy.com/), así parece que toda empresa puede lograrlo, entonces, ¿porqué no siempre es así? 


Principalmente porqué no es lo mismo decir que se innova a promover realmente la innovación. 


Existen grandes teorías, modelos muy elaborados y especialistas en la materia, pero para empezar, os paso unas premisas básicas, a partir de las cuales se puede trabajar (si no es en toda vuestra empresa, en vuestro departamento); una vez empecéis, todo será más fácil seguir, palabra.

1. Equipo
Las ideas no son patrimonio de nadie y no siguen jerarquías. Lo primero que debemos tener en cuenta es que innovar debe ser algo transversal y longitudinal en la empresa, no nos podemos centrar en potenciar la innovación en los equipos directivos y esperar que sea suficiente. Sobre todo si queremos que nuestra empresa sea innovadora, debemos impregnar de ésta idea a todo el equipo y hacer partícipes a todos, porqué será la participación del equipo la que marque la auténtica diferencia.

2. Recursos
Cuando se habla de recursos, no siempre nos tenemos que centrar en dinero. De hecho, el principal recurso que se necesita es tiempo (que en el fondo es dinero, pero más complejo). Cuando Google aplica su norma del 70/20/10 lo que hace es generar un recurso para la innovación. De hecho, pedir que la gente innove sin más es estéril con las agendas del día a día. Cuando centenares de correos se amontonan en nuestro buzón de entrada y las urgencias no paran de sucederse, es imposible desarrollar nada nuevo si no se prioriza la actividad. Esto no sólo implica que todos tengamos en mente que innovar también es trabajar, si no que le dediquemos tiempo (del mismo modo que nos reservamos tiempo para un comité o para preparar una documentación) para que sea posible.
Más allá de esto, todas las facilidades que se puedan invertir para hacer posible este proceso acelerarán los resultados y, más aún, los mejorarán.

3. Reconocimiento
Todo el mundo reconoce y felicita a quien ha tenido la idea del millón de euros. Eso no es necesario que os lo diga. Pero innovar requiere aportar por muchas ideas que van a fracasar, invertir en caminos que no llegan a buen puerto y errores varios. Ese trabajo, el que llega a un muro infranqueable, a un test fallido, una decepción es el que debemos aprender a reconocer. Porqué si no premiamos a los que apuestan (sea cual sea el resultado) perderemos la capacidad de promover cosas nuevas. De hecho, el castigo de los errores ha llevado a esta política anti-innovación de "si funciona no lo toques" que condena las empresas a reaccionar siempre demasiado tarde (cuando ya no funciona). Si queremos innovar constantemente, debemos apostar constantemente, porqué tendremos muchas propuestas por cada éxito, y sólo podemos aprender de nuestra propia experiencia.

Realmente, con solo aplicar de un modo más o menos correcto estos puntos podemos generar innovación de un modo regular en la empresa. Pero podemos mejorar mucho los resultados de esta innovación "salvaje" si además de recursos y reconocimiento, añadimos algunos factores adicionales a la ecuación.

4. Orientación
De acuerdo con los objetivos de la empresa se debe ordenar la función de innovación: cuanto presupuesto invertir, qué tipo de modelos usar como referente, qué formación dar al equipo, cómo desarrollar nuevos proyectos, a quien se involucra...
En los 90 Pirelli lo dijo mucho: la potencia sin control no sirve de nada. Bueno, quizás eso es una hipébole publicitaria, pero sí es cierto que cualquier proceso mejora (y se acelera) si se orienta, y la innovación no es una excepción. Al referirnos a orientar la innovación nos referimos tanto a formar a la gente en cómo innovar, hasta guiarles hacia donde quiere la empresa dirigirse. Si bien eso puede entenderse como "coartar" a la gente, la verdad es que una orientación no sólo ayuda a generar conceptos más acertados, sino que además, ayuda a que sean más.

5. Ambiente propicio
En las películas la gente que trabaja en cubículos grises incomunicados sin internet, sin plantas ni una pegatina de un equipo de fútbol descubren grandes modelos de negocio, innovan y crean juguetes y videojuegos… pero evidentemente todo eso es ficción. Los humanos necesitamos estímulos para crear, desarrollar y plantear nuevos proyectos. No sólo ambientes distendidos (no es necesario que trabajemos en Google con un tobogán, pero tampoco en Alcatraz), si no también promoviendo que los quipos visiten ferias, exposiciones y encuentros que favorezcan el hallazgo de nuevas ideas. 


Y por último... Responsabilidad
Somos conscientes que las tareas sin responsable (o que se dejan en manos de comités o equipos) avanzan más lentamente, por eso en las empresas elegimos a sujetos concretos para procesos clave. Si creemos que la innovación es importante, debemos asignar la responsabilidad de la misma. Un garante de los procesos, que siga los avances y promueva la actividad en la empresa a quien preguntarle por el pasillo: ¿y cómo va la innovación?

Con todo esto,  incluso un dummie podría ponerlo en marcha. Ahora la cuestión es ¿estás dispuesto a potenciar la innovación en tu empresa?

1 comentario: