En la
universidad nos explicaron que la economía se describía, genéricamente, como la
gestión de recursos limitados para la satisfacción de las necesidades. Pero, ¿cuáles son esos recursos?; ¿hablamos de recursos minerales, naturales, humanos, económicos...?
De hecho en nuestro
imaginario tendemos a reducir esa respuesta a 'personas y dinero'. Una simplificación fruto de nuestro mundo actual y el modo que tenemos de entender el "funcionamiento de las cosas".
Pero si analizamos el concepto "recurso escaso" podemos llegar a equipararlo a las dimensiones que limitan nuestra realidad, es decir el tiempo y el espacio. Dos
recursos finitos e imprescindibles para cubrir las necesidades de la sociedad.
Si bien
hoy en día esta visión no explica completamente la economía, nos puede ayudar a
comprender mejor su funcionamiento.
Volvamos
a ese origen: a la importancia de la dimensión espacio.
La variable espacio
tiene un peso crucial por su clara escasez y por el hecho de ser evidentemente imprescindible. Las ciudades se encarecen
por que 'ya no cabe más gente' en ellas. La producción de un país alejado de sus consumidores tiene un coste más
elevado debido a la necesidad de transporte.
Parte
de nuestro sistema económico ha sido construido sobre el valor del espacio. El
sentido de nuestro sistema inmobiliario radica en la escasez del espacio y de
la posición privilegiada de unos espacios frente a otros (antiguamente la
ventaja comparativa era, por ejemplo, la cercanía a una fuente de recursos
naturales, hoy es la cercanía a un flujo de personas o consumidores).
La
necesidad de espacio ha sido estudiada desde siempre por el hombre, la
localización de núcleos urbanos se basaba en acercar personas y recursos necesarios
para la vida (como el agua), garantizar la seguridad o concentrar actividades y personas.
El coste y la importancia del espacio han motivado la creación de
rascacielos, la intensificación de la agricultura, los usos compartidos... De
hecho un modo de reducir el coste de un bien o servicio es ajustar la necesidad
de espacio o de transporte,en este sentido, los procesos JIT (just in time) o el modelo de almacenamiento de IKEA son un gran ejemplo de como un ahorro en
espacio puede mejorar la eficiencia. Podemos decir que si logras un output
idéntico a un competidor con un menor consumo de espacio puedes disruptar su
modelo.
Aquí
encontramos una de las grandes revoluciones de nuestro tiempo: internet.
Un
espacio nuevo, universal, infinito, omnipresente y de bajo coste que al
aparecer permitió justamente disruptar gran variedad de modelos de negocio
reduciendo o eliminando las necesidades de espacio (oficinas, puntos de
atención, centros de comunicación). Internet acerca a las personas y elimina
barreras.
Para bien o para mal, internet no elimina la necesidad del transporte de bienes materiales (aunque
facilita mucho una logística eficiente), debido a eso beneficia especialmente al mercado de los servicios intangibles que pueden ser prestados de forma remota; y genera una gran oportunidad al mercado de bienes materiales de acercarlos a sus
clientes o presentarlos a distancia.
Existen
miles de aspectos apasionantes alrededor de como el hombre ha luchado para
gestionar el espacio. Hemos creado sistemas en red de abastecimiento para
asegurar el menor coste de transporte en cada transacción, procesos que
predicen el consumo de bienes para reducir stocks, proyectos de producción por pasos para acercar el bien al
destinatario en cada fase de producción...
El
espacio es finito, pero no lo hemos ocupado todo (ni lo vamos a ocupar por
ahora), así que los principales drivers del coste en espacio son la necesidad de transporte (lejanía/cercanía) y la localización
oportuna (estar en el sitio correcto/ adecuado; lo cual se ve afectado por los sistemas de valor de los que hablaremos más tarde). Internet creó un lugar donde los bienes
estaban en una localización oportuna siempre (o se podían presentar en esa
localización) y de aquí su revolución. Algunos servicios (los masajes no, pero
sí el consejo legal) se podían prestar a distancia, sin coste de transporte, por lo que rompieron
completamente la barrera espacio; y se encontraron un concepto nuevo que era el
espacio digital (el coste de estar en los sitios donde la gente lo verá) pero
eso sería objeto de otro post.
Lo
curioso es: ¿qué pasaría si mañana creáramos una máquina que pudiera
teletransportar bienes? Eliminaríamos la variable de transporte de la dimensión
espacio. Y si pudiera transportar personas podría incluso reducir la variable
oportunidad. La gente podría vivir en una isla de Filipinas e ir a trabar al
centro de Madrid. Sería un mundo curioso en el que esa tecnología sería
probablemente el bien más preciado. Toda la economía basada en transporte
caería y con ella los combustibles fósiles (sin olvidar el sistema impositivo de muchos países que se mantienen con las altas tasas en hidrocarburos, automóviles, peajes..) y viviríamos una auténtica explosión
de la burbuja inmobiliaria. En este sentido, si la impresora 3D finalmente logra servir productos bajo demanda con un resultado adecuado no estaremos tan lejos de una pequeña revolución de "la
máquina de teletransporte".
En esa realidad el factor “tiempo” y el coste hora por persona se revalorizaría, así como el
conocimiento y aspectos clave como la
seguridad (mucho más comprometida en un mundo sin barreras).
Pero lo más curioso, es que no sería igual si la máquina que se
inventará permitiera viajar a través del tiempo.
El
tiempo es el recurso.
Lo ha sido siempre. A pesar de que podamos viajar de un
año a otro ,el tiempo es finito para cada uno de nosotros, la dedicación a una
tarea u otra es determinante y no permite pluralidad. El valor tiempo tiene dos
aspectos para su valoración: la escasez de nuestro propio tiempo y el tiempo de
espera o necesario para un proceso. Si bien una máquina del tiempo permitiría
que trajéramos del futuro producciones que estamos empezando (algo muy humano lo de especular con el futuro) no lograríamos alargar nuestra propia capacidad de
producción. La auténtica revolución en este sentido sería, bueno es, la mayor
esperanza de vida. Como más tiempo podemos vivir, más tiempo hay en el
“mercado”, lo que devalúa el recurso a al vez que permite a ese mercado producir
mucho más. De aquí que, seguramente, la mayor revolución de los últimos años no
ha sido internet, si no la incorporación de la mujer en el mercado laboral. El
espacio para algunos servicios se vio recortado gracias a internet, pero con la
incorporación de la mujer en el mundo laboral hemos duplicado la capacidad de
producción (¡Duplicado! Se dice rápido pero es increíble).
¿Y si
fuéramos eternos?
El tiempo seguiría teniendo valor, el concepto de dedicación
o de “invertir nuestro tiempo” en un aspecto u otro seguiría generando esa
diferencia. De hecho no siempre contratamos tiempo de otros para hacer cosas
que no sabemos hacer a veces es simplemente que no nos apetece (por mucho
tiempo que nos sobre) o que es mejor que hagan otros (considerando esa lectura
de la división del trabajo de la que habla Smith). Nuestro tiempo, aunque infinito cuenta con un aspecto subjetivo clave, y esa parte es inalienable.
El
tiempo es requisito básico para aprender, para hacer y también para
transportar. Si decíamos que un modo de disruptar a una empresa es crear un
modelo en el que se reduce la variable espacio, esto es más cierto cuando esa reducción se consigue sobre la variable tiempo: lograr producir lo mismo en la mitad de tiempo o
con la mitad de personas, en general hacer que llegue antes a su consumidor, es
un ahorro claro en el recurso clave.
Claro
está, la reducción de tiempos es muy compleja, por lo tanto lo que se ha hecho
en muchas ocasiones ha sido abaratar el recurso: de nuevo hablamos de aspectos
como des-localizar producciones. Pero en ese caso debemos tener claro que no
estamos tratando la variable tiempo de verdad, si no una variable “valor o
coste” que no es absoluta, por lo que esa modificación del modelo probablemente
no será sostenible a lo largo del tiempo y no será diferencial.
El
sistema de valor, es uno de los factores adicionales para comprender la
gestión de los recursos. Hablamos del sistema de valor a la determinación de
que un bien tenga un precio mayor a otro, o a que ese precio cambie en el
tiempo o por localización. En principio el valor debe estar ligado al aspecto
del recurso (cuesta más algo que se tarda 5 años en producirse que algo que
tarda tres) pero puede estar ligado a modas, necesidades y siempre estará
vinculado al concepto de escasez (escasez no absoluta, si no relativa al
volumen de la necesidad) .
Por ejemplo, cuando hablamos de la variable espacio, la des-localización de producción y el transporte juegan además aspectos de prestigio en las empresas: producir en países que no respetan los derechos humanos o contar con una elevada “huella de carbono” debido a largos transportes. Ese prestigio juega un papel en la valoración que repercute en el ahorro/coste de los modelos de uso del espacio.
Debemos tener en cuenta los
sistemas de valor, pero sin olvidar que son "un condicionante", no un recurso per se.
Otro factor
adicional clave es la tecnología.
De hecho podemos entender la
tecnología como una mejora en la forma de hacer las cosas (hablamos de técnicas,
procesos...) que en su avance, incrementa la eficiencia de los recursos. Son tecnología la aparición
de los ordenadores, las líneas de teléfono, o el telar mecánico, igual que los procesos para recoger la fruta.
Por mi parte, prefiero definir tecnología como la consolidación, tras un periodo de
tiempo, del ejercicio del talento de las personas. Ya que el talento sería esa capacidad de hacer que las
cosas pasen, que las cosas cambien y como no, de desarrollar procesos y
técnicas que mejoren el estado de la tecnología. La tecnología la desarrollan
personas invirtiendo su talento y su tiempo.
Y aquí
llegamos al talento (aquí es donde se nota que paso horas escuchando a Juan Carlos Cubeiro).
El talento es un concepto curioso, podemos entenderlo como otro
condicionante de los factores, pero un condicionante muy relevante: el talento es lo que haría que una personas o un
equipo de personas pudieran llegar a un objetivo o resultado consumiendo
menores recursos que otros. Siendo ese resultado potencialmente una mejora en
la técnica que signifique que el resultado general mejore. De este modo,
debemos entender que son las personas entonces quienes, a través de
herramientas como los sistemas de valor o la tecnología, dan forma a los dos
grandes recursos de la economía (con un curioso círculo virtuoso a través del cual la mejora en tecnología facilita el desarrollo del talento que puede seguir mejorando la tecnología...)
Y me
pregunto: ¿son los economistas conscientes de la importancia del talento en la
economía? Y los gestores que buscan esa eficiencia de recursos para responder
a necesidades ¿saben realmente gestionar el talento para ello?